Si tienes un amigo, has merecido un don divino.
La amistad leal, sincera, desinteresada,
es la verdadera comunión de las almas. Es más fuerte que el amor,
porque éste suele ser celoso, egoísta y vulnerable. La verdadera
amistad perdura y se fortalece a través del tiempo y la distancia.
No se necesita ver frecuentemente al
amigo para que la amistad perdure; basta saber que éste responderá
cuando sea necesario, con un acto de afecto, de comprensión y aun de
sacrificio.
La amistad no se conquista, no se impone; se cultiva como una flor; se
abona con pequeños detalles de cortesía, de ternura y de lealtad; se
riega con las aguas vivas de desinterés y de cariño silencioso. No
importan las distancias, los niveles sociales, los años o las culturas.
La amistad lo borra todo.
El recuerdo del amigo lejano, del amigo
de la niñez o el de la juventud, produce la íntima alegría de haberlos
conocido. Nuestra vida se enriqueció con su contacto por breve que haya
sido.
La felicidad del amigo nos da felicidad. Sus penas se vuelven nuestras
porque hay un maravilloso lazo invisible que une a los amigos. La
amistad es bella sobre toda ponderación.
Autor desconocido
No hay comentarios:
Publicar un comentario